FREE JAZZ: ESPIRITU OMNIPRESENTE
Escuchar free jazz, algo relativamente nuevo para mi, pues entró a mis oídos recurrentemente hace poco menos de un año, ha resumido mi vida en ondas sonoras y creo que resume la existencia de cualquier ser humano que un día se despierta y se da cuenta del amor que siente por la vida, con todos sus enigmas, alegrías, tristezas, despechos, culebras, enfermedades, desilusiones, carencias, abundancias, triunfos, derrotas y un sin fin de situaciones que nos hacen ser parte de esta raza incomprensible que somos los humanos. Así es el free jazz, cuando escuchas sus melodías son libres no juzgan, no critican, no te dicen verdades pero tampoco te mienten, sus melodías están ahí acompañándote solidarias, en viajes que te llevan a muchos sitios al mismo tiempo, puedes estar en la avenida Nueva Granada a las 3 de la mañana caminando con una bolsa de latas en tu espalda sin recordarte de tu nombre, caminando y respirando por inercia y buscando alimento por puro instinto animal, al mismo tiempo puedes estar en la cumbre del Roraima en un viaje interior en posición de Loto absorbiendo la energía ancestral de la Pacha Mama. Una trompeta desenfrenada que no se detiene te lleva al Guaika en la av. casanova pasando la tarjeta de débito sin respuesta del banco por que te gastaste la quincena el mismo día de cobro en ron, putas y cocaína; el free jazz no te juzga te acompaña, y esa misma trompeta se convierte en una dulce melodía que te lleva a la playa mas septentrional de Venezuela donde haces castillos de arena con tu hijo de 6 años y juegas a auyentar piratas, y hablas de planetas, astros e indígenas que habitaron esas tierras inhóspitas para muchos pero un oasis para seres encantados que construyen la felicidad del encuentro en puntos cardinales distintos, pero conectados por el linaje y el amor de un padre y un hijo, que no se quiebran con distancia alguna.
Suenan baterías desfasadas y fuera de compás para los académicos inhumanos; pero el oído del humano (ser sin estudio pero con alma y corazón) percibe la arrechera del indio y el negro, de la puta y el preso, del obrero y el campesino; se oyen las metras guardadas para el imperio y el opresor, balas de música y poesía armas de construcción masiva que regarán con miaos benditos el pentágono, y lo convertirán en campos verdes y fértiles para todos los desplazados del mundo. Los alaridos de Arthur Doyle anuncian la reunión del pueblo y sus comunas en la Av. Bolívar bailando y festejando la desaparición de los malditos ministerios, alcaldías y todos los poderes del estatado capitalista. Los muchachos se dejaron de guevonadas y el sueño de ser famosos ya no les quita el sueño, agarraron sus instrumentos musicales y se fueron a montar un estudio atrincherados en un bunker en las montañas de Mérida donde hacen música y radio con los jóvenes del pueblo, que en el día los ayudan a construir templos sagrados de barro, autosustentables para la convivencia. Unos están entre Suecia y Dinamarca, pero no están faranduleando se fueron a averiguar como es ese peo de la energía eólica para producir electricidad con molinitos de viento. Luego de un viaje utòpico pero que no deja de darte esperanzas, un sintetizador punzante y las cuerdas delirantes de una guitarra te recuerdan que estas en tu habitación en una mañana de invierno después de muchas horas de insomnio, en una ciudad prestada, en un país prestado, en una casa prestada; suena esa flauta con una reverberación acústica propia del instrumento y recuerdas que como esta habitación existen muchas habitaciones en el mundo, un sotano lúgubre donde esta un artista pintando y fumando crack para mantenerse vivo, una cueva donde hay talibánes planeando el próximo atentado, un cuarto donde una chica de 15 años pierde la virginidad en los brazos de su amante cuarenton, y si, están enamorados, una cama de hospital con un niño que le gana la batalla al cáncer, un rincón donde se producen beats en corcheas y semicorcheas de thc para convertir estas letras en un freejazz poetry.
El delay, los ecos, y los sonidos dulces de flautas convierten la atmósfera en olas de viento fresco, en árboles que resistieron el invierno y hoy dejan ver su primera hoja, en olor a mañana y frutas de colores, un pedazo natural en medio del asfalto, un aire espiritual entre tu y yo y la maquina, entre tu y yo que somos los mismos, circulo cromático, multiétnico y multicultural pero no globalizado, un circulo cromático de respeto y hermandad, en bendiciones de los pueblos originarios y la pachamama, energía universal. Hoy declaro el freejazz como una experiencia cósmica omnipresente.
Free jazz y revolución en un solo son¡¡¡ reeeewiiinddddd¡¡¡¡
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